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13 febrero 2022
Autor: Pedro J. Lacort
La guerra de la moda

Cuando fui a Camden por primera vez, entré a una tienda vintage, me coloqué una M-65, me miré al espejo y me sentí ridículo. La prenda era de mi talla, pero me sentía extraño. Levanté discretamente la mirada para ver al dependiente, un hombre de unos sesenta años que hacía sumas y restas en un cuaderno y pasaba de mí como el león pasa de los visitantes del zoológico. Tuve que acercarme unos metros para obligarlo a mirarme y entonces levanté los brazos a media altura como indicando que la manga era demasiado ancha. No sabía expresar eso en inglés. El señor, acostumbrado a ver esa escena y con una expresión de pereza en el rostro, levantó también los brazos imitando a un soldado que sostiene un fusil de asalto y me dijo su frase: «These clothes are for war, not for fashion». Ese día entendí de golpe que una cosa es dejarse arrastrar por la moda rápida o esperar a la moda lenta, la moda justa como la llama Marta D. Riezu o la moda genuina como me gusta llamarla a mí. Lógicamente acabé comprando aquella chaqueta.

¿A qué me refiero cuando digo que una prenda es genuina? Cuando se da una de las siguientes circunstancias: o bien cuando detrás de la misma, está el esfuerzo de una marca por hacerla diferente, novedosa, de calidad, sostenible o resistente, o bien, porque al tratarse de una prenda vintage, además de reunir, probablemente, estas mismas cualidades, arrastra tras de sí un bagaje de años. Tiene una historia detrás. Un valor añadido. 

Dicho valor, casi incuantificable, es probablemente el más importante que puede tener una prenda (o cualquier objeto). El valor sentimental. Cuando aquel dependiente huraño de Camden me dijo lo que me dijo, en realidad me estaba diciendo que su prenda se confeccionó con la mejor calidad y dureza posibles por parte del ejército americano para combatir en Vietnam. También me estaba diciendo que aquella M-65 llevaba cincuenta años de almacén en almacén y de armario en armario y aun así seguía en perfecto estado y sobre todo, que llevaba detrás un contexto histórico y cultural, una historia humana y un puñado de viajes que ayudaron a forjar su carácter, su esencia, su alma. Las prendas genuinas son prendas con alma.

M65 field jacket Hippie Crew

Chaqueta M-65

Imagen cortesía de Hippie Crew

Cuando somos adolescentes, sentimos en muchos casos la necesidad de integrarnos e identificarnos con los demás. Aunque existan ya a esas edades algunos pocos osados que vistan y se expresen a contracorriente, los individuos que conforman la masa necesitan sentir que pertenecen a un grupo. Que están integrados. La forma más práctica y accesible que tienen es el mimetismo. Actuar, hablar y vestir como sus amigos. Ser copias. Sentirse fuertes en el rebaño.

En la adultez, estas prácticas, por inercia, se perpetúan y las empresas y las marcas lo saben. Lo saben y para subsistir necesitan que siga ocurriendo. Si todos vestimos igual, es más fácil clasificarnos y controlarnos (pasa parecido con la política, el voto y el pensamiento único). Si todos vestimos con la misma insipidez, las empresas tendrán más fácil acertar con sus producciones, que serán cada vez más largas, para llegar cada vez a más gente, y por lo tanto, más baratas para que esa gente pueda comprar más veces. ¿Hacia dónde nos lleva esta situación? Hacia la sobreproducción. Solo un síntoma más de la enfermedad crónica del capitalismo.

Cada vez son más las pequeñas empresas y marcas que se niegan a esto. ¿Para qué necesitan hacer promociones durante el Black Friday si no tienen excedentes de stock? ¿Por qué tienen que abaratar su producto, confeccionado con proveedores locales y con altos costes de producción cuando llegan las rebajas? ¿Por qué dos meses de rebajas? Ya son muchas las empresas que quieren quitarse el disfraz de hamster y yo las apoyo firmemente e invito a todos los que leáis estas líneas a hacerlo también.

«These clothes are for war, not for fashion», dijo aquel hombre y la frase merecía un artículo. Ahora que quieren declarar la guerra a la moda, tendré que desempolvar mi vieja M-65.

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